Translate

viernes, 28 de octubre de 2016

Volar con perro. FlyNiki da problemas



Hace poco he vuelto a volar en avión. No es que me guste, pero es la única forma de ir. Si no, me dejan en casa y no me sé sacar sola a pasear. No me gusta que no me dejan viajar con mi humana y me lleven al almacén, como si fuese una maleta, porque peso medio kilo más que los pequeñajos que vuelan arriba. Pero bueno, dentro de lo malo, hay que reconocer que hay compañías y compañías.
Hay aerolíneas que incluso antes de que embarquen las personas, mi humana suele preguntar por mí y viene alguien a echarme un ojillo y a decirme que son “5 minutos”. No es que me quede más tranquila, porque lo de “5 minutos” ya me lo sé… pero me gusta que lo hagan. Otras compañías no lo hacen. Después de todos los viajes que he hecho en avión. Y han sido muchos, siempre con la misma caja-jaula. Os tengo que contar mi última experiencia con FlyNiki, la filial barata de Air Berlín. Efectivamente, mi billete es más barato, pero… muy mal.
 
Reservar y pagar el vuelo fue relativamente fácil. Y digo relativamente porque para llamar a la compañía no hay más remedio que usar el 902 de turno y si llamas desde el extranjero, la cosa se complica. A mi humana no le dejaban contactar ni por activa ni por pasiva. Acabó pidiendo el favor de que alguien llamase desde España. Y reservamos. El día D, llegamos al aeropuerto, afortunadamente con muchísimo tiempo. En el mostrador de facturación había colas como si regalasen algo. Llegamos, mi humana saca todos los papeles y… todo empieza a torcerse.
-          ¿Ese es el perro que viaja? – dice la azafata.
-          ¿“Perro”?, ¿Qué “perro”? Yo soy una princesa – pensé yo, mientras mi humana decía que sí.
-          ¿Y esa es la caja en la que lo van a transportar? – vuelve la azafata con cara de desaprobación.
-          Pues sí. – Dijo mi humana temiéndose lo peor y yo frotándome las patas. “Hoy no hay vuelo” pensé.
-          Meta al perro en la jaula.
-          A ver, esto lleva su tiempo. Hay que convencerla – dijo mi humana mientras empezaba a acariciarme y hacerme la rosca para que colaborase. Yo ejerciendo la “técnica Garfiled” abrí mis cuatro patas para que fuese inviable meterme en la “jaula”.
-          Es que no le gusta nada. – Volvió a decir mi humana.
-         
No. Es que no cabe. Necesita usted otra jaula, si no, no vuelan. – Sentenció la alemana.
Ahí ya se torció todo. La azafata insistía en que no había manera, mi humana en que me metiesen en esa jaula en la que he viajado miles de veces sin problema y que cumple a la perfección las normas de la compañía.  Yo me resistía intentando señalar que, aunque mi jaula tuviera 15 metros y un jacuzzi perruno… yo no iba a entrar ahí de motu propio. ¿Qué hacemos con nuestras vidas? Pues después de la última frase de aquella mujer quedaban pocas opciones: “O compran ustedes otra caja en nuestro mostrador de información o no vuelan. Y no me quiten más tiempo. Eso está muy claro en la normativa de la empresa”.
Llaman a un señor del servicio del aeropuerto para que nos indique donde ir… el hombre pregunta que cuál es el problema y después matiza que no ve el problema por ningún sitio. El animal tiene que caber de pie en la caja… y cabe, lo que pasa es que no quiere entrar. Pero en fin, vamos a por otra caja. Air Berlín, no tiene cajas oficialmente suyas. Hay un mostrador “general”… donde por casualidad había azafatas de Austrian Airlines. Les pedimos la nueva caja y nos dice que para qué, la que llevamos a cuestas nos vale. Explicamos que a FlyNiki no le gusta nuestra caja… y ponen cara de interrogación. Igual se estaban cubriendo las espaldas, porque con ese historial de mascotas muertas que lleva la compañía y que parece un record, nosotras también íbamos un poco acongojadas. Nos informan de que no hace falta porque la caja que tenemos nos vale, pero ante la insistencia de FlyNiki, acabamos comprando la caja.
Y 150€ después, teníamos una caja en la que fácilmente cabía un San Bernardo. Entraba yo con mi manta, mis juguetes, mis amigos y mi humana… literalmente. Para que os hagáis una idea, yo viajo en la cesta de la bici cuando salimos de paseo y voy a gusto. ¡Ale! ahora hay que montar la caja que venía por piezas!!! A 10 minutos de cerrarse la facturación, nos aprueban y empieza otra vez la juerga de convencerme de que me meta voluntariamente en la jaula. Al final vi a mi humana a punto de ponerse a repartir tiros y entre sin que me lo dijeran dos veces, me senté y esperé a que pasasen mis dos horitas de viaje. Entonces vamos a mi ventanilla de entrega y resulta que la superdotada de facturación, en lugar de nuestros billetes, nos había dado otros… ¡otros! Qué grande. Y lo mejor es que en aquel aeropuerto todo está “al otro lado”, es decir, los 100 metros corriendo no te los quita nadie. Un gusto.
Cogimos el vuelo, casi por la cola. Y cuando llegamos a España y explicamos lo que nos había pasado, en el propio aeropuerto insistieron en que pusiéramos una reclamación de las gordas. En fin, a mí tanto estrés en los viajes me fastidia y lo peor, es que mi humana ha empezado a comprarme croquetas de las baratas… eso sí, ahora tengo una caja de viaje VIP. Así que tened mucho cuidadito antes de viajar con ellos que dan muchos dolores de cabeza.